UN FRACASO EMOCIONAL NO ES UNA DERROTA, SINO UNA OPORTUNIDAD.
Un fracaso emocional no es una derrota, sino una oportunidad.
Aprender a perder sin sufrir exceso es más importante que ganar. Cada derrota debe entenderse como una invitación al análisis, en el que podemos evaluar las razones por las que no conseguimos nuestro objetivo. Ello nos brinda la posibilidad de rectificar y buscar nuevas soluciones. Sin embargo, la victoria tiene un efecto euforizante y como nos agrada, lo habitual es que no invirtamos tiempo en pensar en cómo se produjo, porque lo que prima es disfrutar el momento.
Una derrota en sentido genérico, puede aparecer en muchos ámbitos de nuestra vida (la pareja, el trabajo, la salud…) y tiene muchas dimensiones, que van desde situaciones menores como un ascenso, una pérdida de empleo o una separación de pareja, hasta situaciones graves como es la muerte o una enfermedad crónica. El hecho de perder algo se denomina “pérdida” en psicología, siendo una circunstancia habitual que nos sucede en muchas ocasiones a lo largo de la vida. Puesto que lo habitual a medida que avanzamos en edad es perder ventajas que han sido conseguidas previamente, estar preparado para digerir una pérdida sin excesivo sufrimiento es una buena actitud para continuar sin hacernos demasiado daño a nivel psicológico.
Una de las claves principales consiste en entender, que una derrota no debe ser vista como un fracaso sino más bien, como una nueva oportunidad. Cuando perdemos algo que es importante para nosotros, queda un vacío de la pérdida que provoca un estado de desasosiego que impulsa o bien a recuperar el objeto perdido, o bien a sustituirlo por otro. Un proceso de reflexión en el que prima el autocuidado sin un exceso de autocrítica, puede ser útil para estar mejor preparados para la próxima vez que nos suceda algo parecido. Cuanto más rápido cambiemos la percepción que tenemos de las derrotas y dejemos de verlas como un fracaso, más cerca estaremos de alcanzar la mejor versión de nosotros mismos.
Algunas reglas generales para gestionar una derrota:
1) Una derrota siempre va asociada a una nueva oportunidad.
Cuando perdemos, tendemos a regocijarnos en nuestra sensación de frustración sin mirar hacia adelante. Al perder algo, se crea una oportunidad de encontrar algo mejor que sustituya a lo anterior (un nuevo trabajo, otra pareja…). Hay que darle un tiempo al duelo pero es importante prepararse para continuar y para ello, hay que ser capaces de aprovechar la próxima oportunidad.
2) Aceptar la realidad de los hechos.
Es importante ceñirse a la realidad y no adoptar una posición excesivamente inculpatoria o exculpatoria. Evitar manipular los recuerdos con finalidad autoprotectora tampoco es la solución. Asumir la frustración pero con una actitud constructiva es la mejor opción posible.
3) Aprender del error.
Aprender de los propios errores resulta decisivo para no repetir la próxima vez. Analizar lo sucedido para no volver a cometer el mismo fallo es lo que inevitablemente nos ayudará a tener más éxito en la próxima ocasión.
4) Si todo va mal, no lo pongas peor.
La frustración que aparece tras perder suele llevarnos a la ira, pero éste sentimiento sólo empeora las cosas. La ira conduce a la destrucción y es la enemiga principal del bienestar. Es importante reconocer las propias emociones para ver lo positivo en el peor de los escenarios.
5) Dejar de pensar de forma dicotómica.
Habitualmente nuestra mente planifica las cosas de forma dicotómica, tomando decisiones entre la mejor y la peor alternativa. Sin embargo, existen muchos desenlaces en una misma situación que se encuentran entre lo mejor y lo peor que nos puede suceder. Todas éstas alternativas intermedias, son difíciles de valorar porque no representan ni una victoria definitiva, ni una derrota neta. Dejar de pensar de forma dicotómica, y comprender las ventajas de cada posible alternativa es un buen enfoque para no terminar frustrados.
6) Evitar anticipar una victoria segura.
Con frecuencia nos sentimos favoritos para conseguir algo que creemos que nos pertenece de antemano debido a nuestra propia valía. Sin embargo, la realidad es compleja y en cada situación hay tantas variables que nada es seguro hasta que el resultado es firme. Evitar caer en la autocomplacencia y anticipar un desenlace abierto nos prepara para una potencial derrota cuando todo está a nuestro favor.
7) Erradicar el “pensamiento todo o nada”.
Las personas tendemos a idealizar las victorias y magnificar las derrotas, entendiendo que ganar es algo extraordinario y perder es algo abominable. Sin embargo, toda victoria conlleva pérdidas y toda derrota lleva asociada ganancias. Incluso a veces, perder algo puede ser ganar a largo plazo (perder un trabajo es una oportunidad para renovarnos y encontrar algo mejor en un futuro, por ejemplo), por lo que no debemos pensar de forma absolutista.
8) Mantener una perspectiva a largo plazo.
Es curioso que algo en el corto plazo puede resultar muy favorable, pero puede ser totalmente desaconsejable a largo plazo. Es importante tener siempre en cuenta la perspectiva del largo plazo para tomar las decisiones y entender, que existen muchas situaciones que implican derrotas a corto plazo pero son grandes avances en un tramo de tiempo superior.
M. Ponce, Médico Psiquiatra