Aunque el tratamiento con psicofármacos tiene detractores que critican la medicalización de la salud mental, a estas alturas resulta obvio que los tratamientos farmacológicos actúan de forma más rápida que las terapias psicológicas, lo que condiciona que constituyan un tratamiento de elección en múltiples patologías psiquiátricas graves como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, la depresión, el insomnio o los trastornos de ansiedad graves. En la medida de que existe un amplio sector de la población que demanda soluciones inmediatas para atenuar su sufrimiento, la indicación de psicofármacos para procesos leves o moderados también ha ido progresivamente en aumento en la últimas décadas.
Por último, existe una tendencia más reciente al uso de psicofármacos en los problemas adaptativos y depresivos que generan gran malestar y son de reciente comienzo. Éstos episodios son provocados por situaciones coyunturales, pero existe una demanda generalizada por aplicar acciones farmacológicas de forma urgente, con el fin de reducir el grado de sufrimiento personal. En la mayoría de éstos casos, la indicación principal se basa en el empleo de antidepresivos y ansiolíticos, que se deben de acompañar de un seguimiento estrecho para monitorizar el tratamiento.