La conclusión principal consistió en que el cerebro enamorado es presa de una explosión química cuyo efecto inicial es muy euforizante, similar al que producen las drogas ilícitas. La cuestión es entonces aclarar, donde reside el deseo sexual. Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Concordia en Canadá en el año 2009, ofrece nuevas pistas a éste respecto. Mediante la observación de la activación del cerebro en distintos individuos mientras observaban imágenes eróticas o fotografías de sus seres queridos, se observó que tanto el amor como el deseo sexual activan áreas del núcleo estriado y de la ínsula.
Numerosos estudios se han esforzado por localizar dónde se ubica la sensación amorosa en el cerebro. John Money es un famoso sexólogo de los años 80, que especuló con la elaboración de un mapa cerebral o “lovemap”, en base a su teoría sobre cómo las personas desarrollan sus preferencias en lo que respecta a la atracción amorosa. Para éste autor, todos desarrollamos un mapa amoroso desde nuestra más tierna infancia, de forma similar a la adquisición de un idioma nativo. Éste mapa tiene un carácter personalizado para cada individuo, que se establece a una edad temprana y lleva el sello de la propia singularidad, al igual que el acento de un idioma hablado. Según Money, los mapas de amor no están presentes al nacer, pero comienzan a desarrollarse poco después y se manifiestan por completo después de la pubertad. Money plantea que el mapa del amor suele ser bastante específico en cuanto a los detalles de la fisonomía, la constitución, la raza, el color, el temperamento y los modales del amante ideal.
La asociación entre la feniletilamina y el sentimiento del amor es una idea antigua que fue propuesta en la década de 1980 por Donald F. Klein y Michael R. Liebowitz, ambos médicos del Instituto Psiquiátrico del estado de Nueva York. Ellos postularon que su producción en el cerebro puede desencadenarse por eventos tan simples como un intercambio de miradas, un roce o un abrazo. Por este motivo, la feniletilamina ha estado en el punto de mira durante décadas, como la posible responsable de aquellas sensaciones y cambios fisiológicos que experimentamos cuando ocurre el enamoramiento.
Las feniletilaminas constituyen un grupo amplio de compuestos entre los que se incluyen alcaloides, neurotransmisores, hormonas, estimulantes, alucinógenos, entactógenos, anorexígenos, broncodilatadores y antidepresivos. Además, la estructura de la feniletilamina está presente en el anillo del LSD, la morfina, las anfetaminas y por descontado, las catecolaminas endógenas (dopamina, adrenalina y noradrenalina). En ésta línea se centra la argumentación de Anthony Walsh en su libro “La ciencia del amor”, cuando afirma que “esta sustancia es lo que hace que uno lance esa sonrisa tonta a un desconocido". Porque “cuando nos encontramos con alguien que nos resulta atractivo, suena la sirena en la fábrica de feniletilamina"... FRAGMENTOS DEL LIBRO "EL LABERINTO DE LOS ESPEJOS".
M.PONCE, MÉDICO PSIQUIATRA
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