Las primeras preguntas sobre la felicidad de las que tenemos constancia, surgen en la antigua Grecia. Aristóteles propuso el término Eudaimonía, para aludir al estado de bienestar o vida satisfactoria asociada al florecimiento y la prosperidad. Otras corrientes contemporáneas como el estoicismo o el epicureismo, prefirieron subordinar la felicidad a la autosuficiencia. Ambas defendían el rechazo a los excesos y la renuncia a las posesiones materiales como requisito inicial para alcanzar la trascendencia.
Más recientemente, la investigación sobre el sistema nervioso ha tomado el relevo. Ciertos estudios de campo, han ahondado en ésta temática. Sebastian Ocklenburg es especialista en Biopsicología en la Universidad de Ruhr y ha publicado sus hallazgos en Psychology Today en el año 2021. Circunstancias como no haber trabajado ni buscado empleo en mucho tiempo, ser discapacitado, tener bajos niveles de educación, padecer problemas de salud o vivir de alquiler en lugar de en propiedad, son elementos que provocan una intensa sensación de infelicidad en la gran mayoría de las personas. Otras investigaciones posteriores han ahondado en la misma cuestión. Para investigadores como Waldinger “la fundamental conclusión que vemos una y otra vez, es que lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida, es la calidad de nuestras relaciones". "Lo que encontramos es que en el caso de las personas más satisfechas en sus relaciones, están más conectadas a otros, por lo que su cuerpo y su cerebro se mantienen saludables por más tiempo".
Todo indica que la neurociencia actual está cada vez más cerca de delimitar cuáles son las vías cerebrales y permitirnos conocer qué moléculas están implicadas en las sensaciones placenteras. Sabemos que sustancias como la Dopamina, la Serotonina y las Endorfinas son sustancias que son liberadas en determinados núcleos en el cerebro cuando sentimos bienestar. La pregunta que surge es si podemos cambiar nuestro interior y si somos capaces de transformar estados displacenteros por otros que generen un bienestar más permanente. Entonces…¿Estamos preprogramados, si es así… en qué medida? ¿Tiene algo que ver el amor en todo ésto?